martes, 4 de octubre de 2016

Acto de presentación y Homenaje a la República

Homenaje a la II República

 
    Yo era un profesor recién estrenado, lo que se dice, en térmi­nos coloquiales, un profesor novato, cuando un amigo me trajo de París, un libro de la Editorial Ruedo Ibérico (que estaba prohibida en España). Este libro era «La represión nacionalista en Granada y el asesinato de García Lorca» de Ian Gibson.
    Y leyendo este libro, se me activaron aún más, las preguntas que siempre me había hecho sobre la República, la Guerra Civil y el franquismo.
     Y la primera respuesta que encontré fue esta:
    Reflexionar sobre la II Re­pública no es en ningún caso una la­bor academicista, de ratón de biblioteca, ni un sentimiento nostálgi­co, de algo que fue y ya no es.

Ian Gibson: «La represión nacionalista den Granada y la muerte de García Loreca»
     Muy al contrario, reflexionar sobre la II República y su corolario de la Guerra Civil Española es reflexionar sobre nuestros problemas actuales, sobre lo que unos hombres y mujeres generosos intenta­ron que fuera y aun hoy no ha sido todavía, y por lo que muchos hombres y mujeres siguen luchando. Es decir, hablar de la Repúbli­ca es hablar de nuestros ideales, de un mundo mas igualitario, mas libre, más tolerante.
    Pero cuando me enfrento a la República me encuentro que se han escrito miles y miles de libros sobre ella. Y cuando se enfrasca uno en su estudio como yo lo he hecho, después de cua­renta años, he encontrado que solo tengo muchas preguntas y muy pocas res­puestas. Y he tenido que buscarme yo mismo las res­puestas. Y hoy, lo que quiero hacer así es compartir mis respuestas con vosotros, dejando claro que algunas de ellas se basan en certidumbres y otras en hipótesis más o menos plausibles, pero creo que todas úti­les para un debate en profundidad sobre la II Re­pública, que, en ul­timo término es un debate sobre nosotros mis­mos, sobre lo que queremos hacer y sobre la sociedad que nos ha tocado vivir.
    Así pues, la primera pregunta que tuve que responderme es ¿por qué la República? ¿Cual fue la razón por la que nació la 2ª Re­pública?
Cuando me hago esta pregunta, la gente está pasando ham­bre.
Cuando me hago esta pregunta, la gente está siendo desahu­ciada.
Cuando me hago esta pregunta, la gente tiene que emigrar al extranjero al igual que nuestros abuelos tenían que emigrar a Ar­gentina a principio del siglo XX.
Cuando me hago esta pregunta, la iglesia se ha apropiado de la Mezquita de Córdoba. La misma iglesia que está callada sobre la miseria y el sufrimiento de la gente o la misma igle­sia que se gasta cientos de miles de euros en un apartamento de lujo para el antiguo presidente de la conferencia episcopal, Rouco Varela.
     Cuando me hago esta pregunta tenemos una imagen de la vir­gen como Alcaldesa Perpetua de Carmona.
     Cuando me hago esta pregunta, recuerdo que la duquesa de Alba es hija predilecta de Andalucía por la única razón de ser una gran terrateniente.
     Cuando me hago esta pregunta Carlos Fabra, siguiendo una tradición familiar que se extiende al siglo XIX, sigue dominando de una forma caciquil la vida política de Murcia.
     Cuando me hago esta pregunta recuerdo las palabras de An­drea Fabra, en el Congreso, cuan­do se aprobó la reforma laboral: «¡Que se jodan!», palabras que iban contra los obreros, que eran las grandes víctimas de dicha re­forma laboral.
     Cuando me hago esta pregunta me encuentro con el caciquis­mo como base de la estructura política en Galicia. No hay que olvidar que el caciquismo y la injusticia eran consustanciales a la monar­quía borbónica de principios del siglo XX. De ahí, el famoso libro (1901) de Joaquín Costa «Oligarquía y caciquismo».
Y podría citar un enorme listado de agravios.
     Y estos agravios fueron con los que se enfrentó la República. Realidades como estas son las que la República quiso corregir y si­guen hoy como asignaturas pendientes.
    En el fondo, es en Antonio Machado donde he encontrado las mejores respuestas sobre la razón de ser de la República: La Espa­ña de charanga y pandereta, El pasado efímero y otros poemas si­milares.
    La poesía de Machado analiza la España indolente, estéril, cruel e injusta anterior a la República y se anuncia una nueva Espa­ña (la España implacable y  redentora).
    En resumidas cuentas, la República tenía que venir porque el pueblo tenía hambre de pan y de cultura, la misma hambre que el pueblo tiene hoy.

     La segunda pregunta que me formulé es ¿Por que no fue posi­ble la Segunda República?
    Y existe un clarísimo consenso entre todos los historiadores que tienen una mínima profesionalidad y rigor de que la República no fue aceptada nunca por la derecha. Ya desde 1931, esta derecha cerril, devota de Frascuelo y de María, empezó a conspirar.
   En varios autores he encontrado esta anécdota:
    En 1931 un obrero le va a pedir trabajo a un patrono agrícola. Y le dice que tiene hambre, que tiene que alimentar a su familia. Y el patrono le responde que sea la República quien le de de comer a él y a los suyos.
   Yo creo que esta es una anécdota muy significativa sobre el es­píritu de la época.
El capitán Fermín Galán González
      El 12 de diciembre de 1930 hubo una sublevación en Jaca y los capitanes Fermín Galán Rodríguez y Ángel García Hernandez y proclamaron la II República. Cuando fracasó dicha sublevación, es­tos capitanes fueron fusilados inmisericordemente.
    El 10 de Agosto de 1932, el General José Sanjurjo intentó dar un golpe de estado, que fracasó. La Rpública lo condenó a muerte pero el Presidente de la misma, Aniceto Alcalá Zamora, lo indultó y se exilió a Portugal.
     Estos dos incidentes demuestran el carácter de los Borbones, bajo cuyo régimen, fusilaron a Fermín Galán y a José García Hernan­dez. Y también reflejan el carácter exquisitamente benevolente, casi ingenuo, del régimen republicano, que indultó a un general que, en 1936, estaba en el núcleo duro del golpe militar de dicha fe­cha.
      La impiedad de la derecha contra la República queda clara en la actuación de los que se llamaron «camisas viejas» de la Falange. Los primeros falangistas, los de Primo de Rivera, eran, sobre todo, terroristas: daban palizas, tenían un arsenal de armas, asesinaban impunemente y un largo etc.
     Los participantes posteriores de la kaleborroroca (en Euskadi) eran unas hermanitas de la caridad al lado de los muchachos de Jose Antonio Primo de Rivera.
     Luego, y como un tema muy menor, que, a pesar de la impor­tancia que le ha dado la propaganda franquista, es en mi opinión de una importancia secundaria, es la división de la progresía española: el desa­rrollo político de la República sigue un esquema típico del si­glo XIX: el reformismo intenta mejorar la vida de los ciudadanos y crea una expectativas que no puede cumplir mientras los más pu­ristas ideológicos los acusan de traidores. Y este «totum revolutum» es aprovechado por la derecha mas cerril para anular las tímidas re­formas que había hecho el reformismo moderado.
      Es lo que sucedió en 1934 cuando la derecha se hizo con el po­der.
     Si no hubiera habido un golpe de estado en 1936, La República habría encontrado su propio camino (de hecho, el Frente Popular es­taba reconduciendo y controlando la situación política), y habríamos podido superar la división histórica y social que tuvo lugar durante todo el siglo XIX y que sigue habiendo hoy.

     La siguiente pregunta que me formulo es ¿Por qué hubo un golpe de Estado en 1936?
     Como hemos dicho, la derecha nunca aceptó dos cosas:
    1) Nunca aceptó el régimen republicano y buscó una monar­quía que amparara el caciquismo, los privilegios, las desigualdades, la cultura casposa, etc.
     2) La derecha nunca aceptó una modernización de España. Siempre quiso una España diferente a Europa.
     Hay que tener en cuenta que en Francia el antiguo régimen perdió su poder en 1789, con la Revolución Francesa.
     En Inglaterra, la importancia social de las grandes mansiones rurales, al estilo de los cortijos españoles, desapareció a finales del siglo XVIII.
Francia es una país laico desde 1789.
     Inglaterra, aunque anglicanismo y sistema político van teórica­mente unidos, existe tal variedad de religiones cristianas (católicos, anglicanos, metodistas, cuáqueros, luteranos, etc.) que hacen que el Reino Unido sea un prototipo de tolerancia social y religiosa.
     A estos cambios que ya eran moneda corriente en Europa se oponía visceralmente la derecha española.
     Y en los pueblos y comunidades se formaron pequeñas células de «señoritos» y adláteres que apoyaron el golpe militar, se convir­tieron en testigos de cargo en los juicios sumarísimos del mismo y en muchos casos o bien integraron los pelotones de fusilamiento o buscaron personal para los mismos.
     Creedme que, en estos días, al informarme sobre la vida de Cu­rro Elías, me he encontrado con algunos nombres de familias de abolengo carmonenses que tienen un pasado lleno de colaboracion­ismo con Franco y las manos manchadas de sangre.
      Por lo tanto la causa principal, si no única, del golpe militar es la oposición de la derecha a una modernización de España y a la pérdida de sus privilegios.
    Sobre el mito de la cruzada de Franco (estoy utilizando el título de la obra de Southwork) contra el comunismo y para evitar una su­puesta revolución bolchevique, entre otros, tanto Hugh Tomas (que es extremadamente moderado, casi conservador) como Gabriel Ja­ckson, Paul Preston o Herbert Southwork, coinciden en que es una falacia.
     No había peligro de tal supuesta revolución y Stalin estaba in­teresado en ella en aquel momento. Y todos coinciden en que este mito fue una excusa propagandística para justificar la defensa de sus privilegios y prebendas.

Desde un camión militar, monjas hacen el saludo fascista a un grupo de mujeres falangistas con motivo de la entrada en Madrid de las tropas franquistas el 30 de marzo de 1939. Origen incierto de la imagen.

     Y, desde luego, el apoyo de la jerarquía eclesiástica que tuvo Franco, incluyendo el ir bajo palio, buscaba el afianzar una situación privilegiada, el afianzar un régimen casi teocrático y también agra­decer al dictador los servicios prestados a dicha iglesia.
Sacerdotes españoles en un plaza de toros no identificada. ¿Años 20 ó 30, siglo XX? Origen incierto de la imagen.

     Una serie de preguntas fundamentales que todos nos hemos preguntado y que nos ha obsesionado de alguna forma han sido el tema de la violencia en la guerra civil española.
     ¿Cual fue el origen y causas de la violencia en la Guerra Civil Española?
     ¿Cual es la valoración de la violencia en ambos bandos?
Hugh Thomas que es el más moderado de los hispanistas bri­tánicos considera que la violencia en ambos bandos está equilibra­da.
     Sin embargo, tanto Gabriel Jackson como Paul Preston conside­ran que la violencia en el lado franquista fue muy superior a la exis­tente en el bando republicano.
     Y concretamente este último hispanista, en su libro «El holo­causto español» considera que la violencia en en lado de Franco fue tres veces superior a la de la República. Y esta obra están tan profu­samente documentada que resulta prácticamente imposible discu­tir.
     Y, en cualquier caso, todos los historiadores serios y rigurosos están de acuerdo en estos puntos.
    a) La violencia de Franco y la de la República tenían un carác­ter absolutamente diferente. Existen documentos en los que el ge­neral Mola ordenaba utilizar la violencia y el terror como un arma estratégica para que un ejército relativamente pequeño dominara a un país masivamente republicano.
     b) La violencia fue decreciendo en la zona republicana mien­tras que en la zona de Franco no solo fue incrementándose por me­dio de juicios sumarísimos sin ningunas garantías procesales sino que continuó en la posguerra en una labor de exterminio de los re­publicanos más comprometidos.
     El 8 de Agosto de 1938, Indalecio Prieto declara en la radio:

Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas versiones de lo que ha ocurrido y está ocurriendo en tierras dominadas por nuestros enemigos, aunque día a día nos lleguen agrupados, en montón, los nombres de camaradas, de amigos queridos, en quie­nes la adscripción a un ideal bastó como condena para sufrir una muerte alevosa, no imitéis esa conducta, os lo ruego, os los suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra; ante la sevicia ajena, vuestra clemencia; ante los excesos del enemigo, vuestra benevo­lencia generosa… ¡No los imitéis! ¡No los imitéis! Superadlos en vuestra conducta moral; superadlos en vuestra generosidad. Yo no os pido, conste, que perdáis vigor en la lucha, ardor en la pelea. Pido pechos duros para el combate, duros, de acero, como se deno­minan algunas de las Milicias valientes -pechos de acero- pero cora­zones sensibles, capaces de estremecerse ante el dolor humano y de ser albergue de la piedad, tierno sentimiento, sin el cual parece que se pierde lo más esencial de la grandeza humana.

   Es verdad que estas declaraciones fueron criticadas por algu­nos sectores, entre los que estaba Dolores Ibarrurri. Pero en el ban­do de Franco, unas declaraciones de este tipo hubieran significado automáticamente la ejecución por alta traición mientras en el ban­do republi­cano pueden que fueran criticadas pero Indalecio Prieto continuó siendo uno de los padres de la República a lo largo de la guerra.


Unamuno en el acto del 12 de Octuvre de 1936 en la Universidad de Salamanca

   Y, como botón de muestra sobre la imposibilidad de predicar misericordia y piedad en el bando franquista, hay que recordar el incidente entre Unamuno y Millán Astray, jefe de la Legión.
    Unamuno había apoyado el levantamiento militar pero pronto se sintió abrumado por las noticias de los crímenes franquistas y el 12 de Octubre de 1936, día de la Hispanidad, en un acto de la Uni­versidad de Salamanca al que asistía Millán Astray y Carmen Polo de Franco, pronunció estas palabras:

Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civili­zación cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. (... ) Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catala­nes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma ra­zón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, cata­lán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua espa­ñola, que no sabéis…

    Ante esto Millán Astray interrumpió el acto, pronunciando es­tas palabras:

¡Viva la muerte! ¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Ca­taluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, re­medio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!"

     A lo que respondió Unamuno:

Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de “¡viva la muerte!”. Esto me suena lo mismo que, ¡muera la vida!’. Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testi­monio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa! El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente, hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Míllán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un su­perhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inváli­do, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados al­rededor de él. (... ) El general Millán Astray quisiera crear una Espa­ña nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada...

     Unamuno tuvo que salir protegido, del brazo de Carmen Polo de Franco ya que el acto podría haber terminado en tragedia. Una­muno quedó recluido en su casa en arresto domiciliario y murió el 31 de Diciembre de 1936. Murió de pena, ante su impotencia frente a las crueldades que estaban teniendo lugar.
     La intervención de Unamuno fue la primera y la última en el bando de Franco en favor de la piedad, de la compasión y de la hu­manidad con el vencido. La iglesia, lejos de seguir las enseñanzas evangélicas a las que ella dice representar, siguieron ignorando, en el mejor de los casos, o, frecuentemente, aplaudiendo, animando y apoyando los crí­menes contra la humanidad de Franco.
     Estas consideraciones, con todas las referencias a personas y actitudes, creo que ilustran claramente la insalvable distancia moral entre ambos regímenes.
De todas formas, en cuestiones relacionadas con la violencia durante la Guerra Civil, he de confesar mi constante malestar y de­sazón. Porque uno intenta hacer una análisis objetivo por honradez intelectual.
     Pero no puedo evitar formularme una serie de preguntas que frecuentemente o no tienen respuesta o yo no se la he encontrado: ¿se puede ser objetivo, frio e imparcial analizando esta violencia?
    Porque ahora estoy pensando en los miles de cadáveres en fo­sas comunes, asesinados solo por ser obreros, por pertenecer a un sindicato o por pensar de una forma diferente. O estoy pensando en las viudas, recogiendo los cadáveres de sus esposos en las cune­tas. O en los ojos de los niños que no comprendían por que su padre o su madre están muertos.
      Ciertamente he intentado ser objetivo en mi análisis. Pero, ¿tengo derecho a ser objetivo? ¿Es conveniente prescindir de la in­dignación y de la repugnancia moral por tales asesinatos?
    Sinceramente no tengo respuesta para estas preguntas.

    Quedan, además, dos importantes preguntas que responder:
    ¿Por qué perdió la República la Guerra y, sobre todo, cómo ha influido estas experiencias en el desarrollo político de España, espe­cialmente, en la transición de 1978?
    La casi totalidad de los historiadores de la Guerra Civil Españo­la están de acuerdo en que la causa principal, casi la única, de que la República perdiera la guerra frente a los rebeldes está en el Acuerdo de No Intervención.
    Según este acuerdo de la gran mayoría de los países europeos. Estos países no debían intervenir en la guerra, ni venderle armas. El problema estuvo en que ni Alemania ni Italia aceptaron dicho acuer­do y, mientras los militares golpistas tenían el armament mas mo­derno, la República no podía no solo abastecerse de armas sino tampoco hacer una cosa tan sencilla como irse a Gibraltar a repos­tar combustible para la armada.
    En realidad, los políticos de los países del Acuerdo de No Inter­vención sufrieron las presiones de lobbies casi fascistas: Leon Blum (en Francia), que era de izquierdas tenía una extrema debilidad par­lamentaria y Nevile Chamberlain, en Inglaterra, conservador, tenia una política de apaciguamiento de Hitler, en un intento, que resultó inútil, de evitar la guerra.
Así pues, por distintas razones, dejaron a la República Españo­la en la más absoluta soledad.
    Un poeta inglés, W. H. Auden, uno de los poetas ingles más im­portantes del siglo XX, comprometido con la causa de la República, escribió un poema, que se llama «España 1937» y terminaba con estos versos:

Las estrellas están muertas, los animales no desean mirar;
estamos solos con nuestro día, el tiempo es corto
y la Historia a los derrotados
podrá decirles ¡ Que pena!, pero no podrá ayudarlos, mucho me­nos perdonarlos.

    Auden ha captado ese sentido de soledad trágica de la Repú­blica Española.
El resultado de este abandono de la República Española por arte de Europa dejó a esta a meced de Stalin, que era el único que le proveía armas. Pero, con una absoluta falta de generosidad: El fa­moso oro de Moscú no era otra cosa que el pago del armamento que la República le compraba a la Unión Soviética.
     Pero, además, Stalin puso (posiblemente de facto mas que de iure) v condiciones:
   a) Acabar con el movimiento troskista, que en España era el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), dirigido por Andreu Nin, que fue secuestrado por miembros del Partido Comunista y he­cho desaparecer. Y hasta la fecha no se sabe donde está enterrado.
    b) Acabar con el anarquismo de la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Por ejemplo Durruti, líder anarquista, murió en el frente de Madrid en circunstancias muy oscuras (de un disparo por la espal­da). Otro ejemplo: El Partido Comunista masacró no solo al POUM sino también a la FAI en Barcelona y en Aragón.
    c) Crear un ejército popular al estilo de que ganó la guerra civil en la Rusia de 1917.
   Estos hechos están bien documentados por George Orwell en su libro «Homenaje a Cataluña».
    También el periodista y escritor húngaro Arthur Koestler, que estuvo preso en la cárcel sevillana de Queipo de Llano, da cuenta de estas circunstancias, de las actitudes de estalinismo y demás.
   El poder de los asesores soviéticos se ve en el siguiente testi­monio del diputado socialista Ginés Ganga (a través de Paul Pres­ton):

«Las voces de Largo Caballero fueron creciendo en intensi­dad. De repente la puerta se abrió y se oyó decir al anciano primer ministro español, de pie frente a su mesa, con los brazos extendidos y señalando con el dedo índice la puer­ta, las siguientes palabras pronunciadas con una voz tem­blorosa por la emoción: «¡Fuera! ¡Fuera de aquí! ¡Sepa, se­ñor embajador, que aunque los españoles somos muy po­bres y estamos muy necesitados de ayuda exterior, somos también demasiado orgullosos para dejar que un embaja­dor extranjero intente imponer su voluntad al jefe del Go­bierno de España! En cuanto a usted, Vayo, mejor será que recuerde que es usted español y ministro de Asuntos Exte­riores de la República, y que no vuelva a ponerse de acuer­do con un diplomático extranjero para presionar a su pri­mer ministro».

    El problema, aparte del poder omnímodo que tenían los aseso­res soviéticos es (en opinión de algunos historiadores) la estrategia militar propuesta por dichos asesores no era la más adecuada.
    El ejercito republicano se batió con una valentía que no ha sido suficientemente reconocida. A pesar de lo notoria inferioridad arma­mentística (sobre todo en el aire), se obtuvo una victoria importante en Guadalajara y en otras batallas ambos ejércitos quedaron en ta­blas (El Jarama, Belchite, Teruel, etc.).

Andrés Nin, desaparecido presuntamente a manos del PCE
 
    Un ejercito popular como quería los asesores soviéticos no te­nía posibilidades de batir (en España) el muy bien dotado ejercito rebelde.
    Y los asesores soviéticos venían con una mentalidad rusa, es decir esteparia: en Rusia retroceder 300 kilómetros, por ejemplo, es un triunfo porque obliga al enemigo a adentrarse aun más en un territorio hostil. No hay que olvidar la enorme extensión de Rusia.
     Es lo que sucedió con Napoleón en 1812 y con Hitler en 1943, en la batalla de Stalingrado.
    Pero en España, esto no funciona así: los grandes triunfos mili­tares en España han sido a base de guerrillas, desde Viriato, pasan­do por Covadonga y el muy claro ejemplo de la guerrilla contra Na­poleón. No en vano hubos maquis, es decire guerrilleros, contra Franco hasta 1951.
Si España hubiera tenido una estrategia de guerrillas, posible­mente combinada con el ejército popular, basándose en los movi­mientos trostkistas, anarquistas, etc., movimientos que fueron ani­quilados por el estalinismo, posiblemente el resultado militar pudo haber sido muy otro. Por lo tanto la estrategia militar estalinista no era la más adecuada.
    ¿Y el final de la guerra?
    Después de la caída de Barcelona, estaba claro que la guerra estaba perdida y el pueblo español fue abandonado por casi la tota­lidad de los políticos: Azaña se exilió a Francia y, a pesar de las rei­teradas llamadas del Presidente de Gobierno, Juan Negrín, socialis­ta, no regresó nunca.
    El general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor, se exilió tam­bién y, a pesar de las insistentes llamadas de Jyuan Negrín, tampo­co regresó.
    Y había dos posturas posibles:
     a) Intentar negociar una rendición inmediata a Franco.
    b) Resistir ante la inminente guerra mundial y rendirse bajo la protección de Inglaterra.
    Un grupo de militares, dirigidos por el coronel Segismundo Ca­sado, con el apoyo de Julián Besteiro, dieron un golpe de estado y destituyeron a Juan Negrín, con el apoyo de un sector del partido socialista y del anarquismo. Por ejemplo, con la colaboración del lí­der anarquista Cipriano Mera.
    A juan Negrín lo acusaban de estar a las órdenes de Stalin en su estrategia. Baste decir que Paul Preston ha desmontado este ar­gumento profusamente.
    ¿Que se pretendía conseguir con el golpe de Casado?
Según la versión oficial, negociar una rendición con Franco en la que no hubiera represalias y evitar la dolorosa agonía del pueblo de Madrid.
    La pretensión de negociar una rendición condicional era absur­da porque….
    ...el ejercito republicano no existía y Franco podía imponer (y de hecho lo hizo) sus condiciones.
   ...los antecedentes de la representación franquista eran terri­bles no cabía esperar nada bueno.
    ...la ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939 (el golpe de Casado el el 5 Marzo de 1939) era de una dureza hasta el momento desconocida. Por ejemplo toda persona que hubiera vo­tado alguna vez y con carácter retroactivo candidaturas republica­nas o de izquierdas, era susceptible de ser procesada.
   Y la rendición no solo no alivió el sufrimiento del pueblo sino que lo aumentó, sobre todo, a causa de la brutal represión que le suguió.
   Por lo tanto cabe pensar que había razones inconfesadas e in­confesables para tal golpe de Estado.
    La pregunta que queda en el aire es la siguiente:
   ¿Se intentó un cierto colaboracionismo con Franco?
   Habría que investigar las conversaciones de Julián Besteiro con los quinta-columnistas, es decir, los espías de Franco, y con la em­bajada inglesa: con quien se entrevistó y de que hablaron.
Desde luego la explicación que da Paul Preston es muy vaga y totalmente insatisfactoria.
     Y habría que investigar el incidente del almirante sevillano Mi­guel Buiza en Cartagena:
    En esta ciudad, había habido una rebelión de quinta-columnis­tas. Y Miguel Buiza, almirante de la armada, se vio obligado a ir a alta mar y cuando necesitaba repostar no se dirigió a Valencia, ulti­mo reducto de la república, como hubiera sido lógico sino a Túnez en donde se entregaron a las autoridades francesas que, a su vez, entregaron los barcos a Franco.
     Con lo cual la República se quedó sin la infraestructura neces­aria para evacuar a personas susceptibles de ser represaliadas.
     La pregunta es: ¿Fue esta decisión personal de Miguel Buiza? ¿O, por el contrario fue un acuerdo del gobierno Casado con el régime de Franco a través de los quinta-columnistas?

    ¿Por que tiene especial importancia para nosotros el golpe de Segismundo Casado?

     Yo llegué a Carmona a principios de octubre de 1976 y un mes antes Alfonso Guerra había dado un mitin homenaje a Julián Bestei­ro en el Teatro Cerezo.
    Este meeting, del que todavía podía oír yo los ecos en Octubre 1976, fue el pistoletazo de salida (o uno de ellos) de la transición de 1978.
    El adoptar a Besteiro (no a Indalecio Prieto, no a Largo Caballe­ro o Juan Negrín, todos ellos también socialistas) como figura cen­tral del socialismo moderno tiene varias implicaciones:
    a) Besteiro era un marxista revisionista, contrario a la lucha de clases. Es decir, que no era marxista. Venía de la tradición krausis­ta, que es una especie de liberalismo social y avanzado.
    b) Se adoptaba una supuesta hoja de ruta colaboracionista con el franquismo.
   c) Se ponían las bases de un pacto con el franquismo en el que la República y la Guerra Civil quedaran reducidas a un paréntesis tem­poral en la historia española.

     Aquí en este punto quiero homenajear a los movimientos de la Memoria Histórica.
      En la transición de 1978 la izquierda (no toda, por supuesto) llegó a un pacto con el franquismo basado en los siguientes puntos:

     a) Condonación de las responsabilidades en los crímenes del franquismo, que fueron crímenes de lesa humanidad.
    b) Mantenimiento de los beneficios y prebendas obtenidos o consolidados durante el franquismo.
    c) Mantenimiento de una estructura policial, judicial y militar heredera del franquismo.
    d) Establecer un régimen monárquico que convirtiera a la Re­pública y Guerra civil Española en un mero episodio temporal, en una excepción, en la historia de España.

    Estos puntos han traído como consecuencia la ex­pulsión de la carrera judicial de Baltasar Garzón y Elipidio Silva, por traspasar las lineas rojas establecidas por dichos pactos.

     A cambio de estas condiciones se consiguió una cierta (más bien poca) democracia.

     Pues bien, los movimientos de la Memoria Histórica son mucho más que buscar los restos de unos antepasados asesinados vilmen­te. Estos movimientos no solo buscan desenterrar unos restos sino también unos ideales.
    Si estamos aquí hoy es porque, gracias a los movimientos de la Memoria Histórica, la República ha dejado de ser un mero parén­tesis para convertirse en una aspiración legítima.
    Y, gracias a ellos, hemos recuperado la belleza de la bandera tricolor, una bandera que no es sectaria sino de todos los españo­les.

El símbolo de la República


       Porque la bandera roja y gualda es la que utilizó Franco para dejar las cunetas llenas de cadáveres.
      Y la bandera tricolor representaba a la izquierda, ciertamente, pero también a la derecha, o, al menos, a una cierta derecha. No se olvide que, por ejemplo D. Niceto Alcalá Zamora, primer presidente de la República, era un hombre de derechas y católico practicante.
No se olvide que Miguel Maura (hijo) de tradición monárquica conservadora y monárquica apostó por la República.

     Por lo tanto insisto en que esta bandera, mi bandera, es la bandera, la verdadera bandera de todos los españoles.

    ¡Salud y República!

Fdº: José Manuel Espigares García

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